Las educaciones de Tonucci
El piscopedagogo italiano defiende en el Parque de las Ciencias una escuela para el futuro en la que los niños sean los protagonistas de su propia educación y desarrollo
JESÚS ARIAS / GRANADA | ACTUALIZADO 14.02.2012 - 05:00
Otra escuela, otra forma de educar a los niños, es posible. Eso es lo que lleva defendiendo desde hace más de cuarenta años el psicopedagogo, pensador y dibujante italiano Francesco Tonucci, Frato, que ayer impartió en el Parque de las Ciencias su conferencia ¿Cómo puede ser la escuela para el mañana?, en la que propone al niño como centro de su propio proceso educativo. "Sólo cuando alguien hace lo que le gusta es cuando da lo mejor de sí mismo y lo empuja a esforzarse mucho más", explica Tonucci.
"Hay que hablar de una escuela para el mañana porque la de hoy no funciona", señala el pensador. "No estamos satisfechos de cómo se está desarrollando".
Y Tonucci pone un ejemplo con su propia vida respecto a lo que era la escuela del pasado y la del presente. "La escuela de antes, la de mi infancia [el dibujante nació en 1941] era una escuela pensada para pocos. Los niños dejaban muy pronto la escuela o no llegaban a ella porque no tenían medios. La escuela quedaba entonces para los pocos que tenían familias interesadas en su educación. Se trataba de familias acomodadas donde se leían libros, se iban de vacaciones, tenían una vida cultural, asistían a conciertos. Las bases de la educación, las motivaciones, estaban en la familia y la escuela era un complemento de esa educación. Por eso se estudiaban en Historia cosas muy lejanas en el tiempo, como los griegos o los romanos, o en Geografía se hablaba de países exóticos. Se valoraba mucho el lenguaje y la caligrafía", comenta.
"Después de la II Guerra Mundial y con la llegada de las democracias, se consiguió garantizar el derecho a la educación para todos los niños. Pero ¿esto es suficiente? Las escuelas siguen siendo para unos pocos a pesar de que ya asistan todos los niños. Siguen siendo el complemento de una base cultural creada en la familia. Sin embargo, hay muchas familias que no pueden ofrecer esas bases culturales. Y en estos tiempos no es posible oír a profesores que digan: 'Lo siento, pero es que la familia no ayuda nada en la educación de los niños'. Debería haber una reflexión autocrítica sobre eso". Las propuestas de Tonucci están muy meditadas, y a veces son de un enorme pragmatismo. "Los niños", por ejemplo, "deberían acostumbrarse a escuchar a un adulto leyendo en voz alta durante quince minutos todos los días. Que leyese un libro como si se tratase de un culebrón televisivo, vivir la emoción provocada por las palabras hasta que el niño sienta por sí mismo la necesidad de aprender a leer y a escribir. Ésa es una base fundamental de la educación".
"Las escuelas deberían mostrarse muy interesadas en lo que puede aportar cada alumno antes de ponerse a proponer. No se pueden hacer propuestas sin saber lo que necesitan los niños. Cada niño debe sentirse alumno de su propia escuela".
Tonucci defiende a ultranza la escuela pública. "Es mucho más rica que la privada porque es donde hay más diversidad. La escuela pública es un privilegio porque en ella encuentran los niños lo que van a encontrarse en el mundo verdadero: niños extranjeros, niños ricos, niños pobres, niños más listos, otros no tanto. Eso es lo que luego verán a lo largo de su vida".
También aboga por la libertad creativa: "Los niños deben ser actores de su propia educación. El modelo de que un niño no sabe es antiguo está desfasado. La educación debe ofrecer a los alumnos la posibilidad de que desarrollen lo mejor que tienen. Cada uno de nosotros tiene un componente de excelencia. ¿Cómo puedes ser el mejor en algo? Desarrollando lo que más te gusta. Y haciendo lo que más te gusta te empuja a esforzarte más. Los niños deben desarrollar su creatividad, sus habilidades manuales, su sentido científico o poético. Un niño que se siente reconocido en sus capacidades tendrá orgullo de sí mismo". "Lo que no se puede hacer es que la escuela esté al servicio de los mercados. Si el mercado necesita ingenieros, en la escuela se crean ingenieros. Y eso puede ser muy frustrante para el niño", añade.
"Hay que hablar de una escuela para el mañana porque la de hoy no funciona", señala el pensador. "No estamos satisfechos de cómo se está desarrollando".
Y Tonucci pone un ejemplo con su propia vida respecto a lo que era la escuela del pasado y la del presente. "La escuela de antes, la de mi infancia [el dibujante nació en 1941] era una escuela pensada para pocos. Los niños dejaban muy pronto la escuela o no llegaban a ella porque no tenían medios. La escuela quedaba entonces para los pocos que tenían familias interesadas en su educación. Se trataba de familias acomodadas donde se leían libros, se iban de vacaciones, tenían una vida cultural, asistían a conciertos. Las bases de la educación, las motivaciones, estaban en la familia y la escuela era un complemento de esa educación. Por eso se estudiaban en Historia cosas muy lejanas en el tiempo, como los griegos o los romanos, o en Geografía se hablaba de países exóticos. Se valoraba mucho el lenguaje y la caligrafía", comenta.
"Después de la II Guerra Mundial y con la llegada de las democracias, se consiguió garantizar el derecho a la educación para todos los niños. Pero ¿esto es suficiente? Las escuelas siguen siendo para unos pocos a pesar de que ya asistan todos los niños. Siguen siendo el complemento de una base cultural creada en la familia. Sin embargo, hay muchas familias que no pueden ofrecer esas bases culturales. Y en estos tiempos no es posible oír a profesores que digan: 'Lo siento, pero es que la familia no ayuda nada en la educación de los niños'. Debería haber una reflexión autocrítica sobre eso". Las propuestas de Tonucci están muy meditadas, y a veces son de un enorme pragmatismo. "Los niños", por ejemplo, "deberían acostumbrarse a escuchar a un adulto leyendo en voz alta durante quince minutos todos los días. Que leyese un libro como si se tratase de un culebrón televisivo, vivir la emoción provocada por las palabras hasta que el niño sienta por sí mismo la necesidad de aprender a leer y a escribir. Ésa es una base fundamental de la educación".
"Las escuelas deberían mostrarse muy interesadas en lo que puede aportar cada alumno antes de ponerse a proponer. No se pueden hacer propuestas sin saber lo que necesitan los niños. Cada niño debe sentirse alumno de su propia escuela".
Tonucci defiende a ultranza la escuela pública. "Es mucho más rica que la privada porque es donde hay más diversidad. La escuela pública es un privilegio porque en ella encuentran los niños lo que van a encontrarse en el mundo verdadero: niños extranjeros, niños ricos, niños pobres, niños más listos, otros no tanto. Eso es lo que luego verán a lo largo de su vida".
También aboga por la libertad creativa: "Los niños deben ser actores de su propia educación. El modelo de que un niño no sabe es antiguo está desfasado. La educación debe ofrecer a los alumnos la posibilidad de que desarrollen lo mejor que tienen. Cada uno de nosotros tiene un componente de excelencia. ¿Cómo puedes ser el mejor en algo? Desarrollando lo que más te gusta. Y haciendo lo que más te gusta te empuja a esforzarte más. Los niños deben desarrollar su creatividad, sus habilidades manuales, su sentido científico o poético. Un niño que se siente reconocido en sus capacidades tendrá orgullo de sí mismo". "Lo que no se puede hacer es que la escuela esté al servicio de los mercados. Si el mercado necesita ingenieros, en la escuela se crean ingenieros. Y eso puede ser muy frustrante para el niño", añade.
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